Se suele decir sin maldad, pero no se entiende que la otra persona no puede hacer las cosas que quieres que haga. Es como si tuviera una pierna rota y le dijeras que corra una maratón. Yo quería expresar ese sentimiento de incomprensión, porque lo que me obsesionó fue sufrirla sin tener herramientas, sin saber qué me estaba pasando por el cuerpo. Me estiro o me rompo el codo, me estremezco, me estrangulo. Una calle que recorría en cinco minutos, tardaba media hora en caminarla, porque el cuerpo no me funcionaba. No me levantaba para ir al baño porque no podía. Y me costó mucho creer en el libro, en el tema, trasladarlo a la literatura. Entonces parto del extrañamiento e intento indagar en la tristeza, en el misterio de la mente y lo incomprensible de la condición humana, en las cosas que nos pasan. Y estando tan cerca de la muerte -nunca había estado tan cerca- me vinieron muchos recuerdos.
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En esta entrevista, afirma que la experimento no debe adecuarse ni reducirse a los argumentos y para ello es preciso restituir al debate del fracaso el fenómeno del embarazo, ya que es imposible pensar el aborto sin reflexionar sobre la maternidad. Sostiene que el debate no debe centrarse en la definición biológica o científica de la «vida» y asegura que la legalización tendría un efecto positivo en la subjetividad social sobre la decisión de las mujeres. En , cuando publiqué el libro Fornicar y matar, las posiciones en favor de la despenalización del aborto eran muy argumentativas y no hablaban de la experimento. Esto, afortunadamente, ha cambiado. Los argumentos suelen ser simplemente una defensa deducción frente a una acusación o un ataque. Y este me parece un problema gravísimo.
