Red

Visor de obras.

Y se le acercó para hacerle fiestas y gestos agradables. Pero el niño, espantado, forcejeaba al acariciarlo la pobre mujer decrépita, llenando la casa con sus aullidos. Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeñez y aislamiento, de mi existencia irremediable, melodía monótona de la marejada, todo eso que piensa por mí, o yo por ello -ya que en la grandeza de la divagación el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical y pintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones. Tales pensamientos, no obstante, ya salgan de mí, ya surjan de las cosas, presto cobran demasiada intensidad. La energía en el placer crea malestar y sufrimiento positivo. Y ahora la profundidad del cielo me consterna; me exaspera su limpidez.

Jovencita caprichosa me gusta 687248

En familia

En familia Puede ser por el orden, la comida, la limpieza, los aprendizaje o la hora de regreso a casa. En las gradas de las instalaciones deportivas, en las reuniones de instituto o en las charlas sobre educación donde coinciden con padres de chicos y chicas de la misma edad, el que no se grito de discusiones por el desorden en la habitación se lamenta de las malas contestaciones, del abuso de la videoconsola, de la falta de análisis o de la apatía. Porque, a esas edades, los hijos tan ligero se sienten sobreexigidos y se refugian en un funcionamiento infantil recordando a los padres que todavía no son adultos, como se sienten infantilizados y reivindican —a veces con excesiva vehemencia— un respeto porque ya no son niños. Tió enfatiza que de la capacidad de adaptación de los padres a esos cambios depende muchas veces que se cronifiquen conductas, se creen círculos viciosos y se acabe en una escalada de conflictos.

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